Cuando el sol se marcha
por la esquina de mi día,
las palabras vuelan
entre resquicios de olvidos.
Solo quedan racimos
de momentos marchitados,
escondidos entre los pliegues
de mi profunda soledad.
Repletos de alas blancas
levitan los recuerdos,
por las aristas de los sueños
que se esconden en los troncos,
de los ficus milenarios.
Aquellos helechos de quimeras
que florecen entre las sombras,
de esos abrazos partidos,
en el alba de mis sentimientos.