Nunca percibí por mí, tus “quereres”,
te arrastro tu egoísmo y osadía;
el reemplazo de un día a día,
para acompañar en tus quehaceres.
Despreciaste todos mis pareceres,
excavaste en mi autonomía;
quisiste derrumbar mi abadía,
profanaste en mí, los saberes.
Caído en el foso de tu soledad,
donde nadas por no estar sumergido,
al lesionar, sin compasión ni piedad
tu estatus, de orgullo engreído,
donde no existe la culpabilidad,
ni en el pozo te encuentres afligido.