No puedo poner una gran sonrisa,
ni obligar a una dulce mirada;
cuando dan respuestas por callada,
y se ocultan detrás de la camisa.
Los días corren, vuelan con gran
prisa,
y dormida, se ha quedado el hada;
aburrida en una silla sentada,
con arrugas y canas: de esa guisa.
Cabalgan del reloj esas manillas,
como un galgo que atraviesa el
monte;
y el tiempo se escapa de
puntillas,
cuanto más cerca vemos el
horizonte,
cansado de correr, y varias
sillas
en el suelo queda sin que lo afronte.
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