Recuerdo cuando se cierran mis ojos,
me vuelve aquel aroma de la rosa,
ese olfato, de tu piel codiciosa,
en el beso a tu cuerpo sin sonrojos.
Fuimos hasta huracanes en los enojos,
canjeando caricia dadivosa,
gemidos en nuestra boca alevosa,
encerrando la pasión con cerrojos.
Elevaste mi talle a tu mismo altar,
donde fue horadado con cariño,
exento de ese pudor, apurar.
Ralentizando tu dulce acariciar
respirabas cansado como niño,
reposando, el orto vimos llegar.
Mariola