
Teatro de la vida trascurrente,
escena tras escena ante los ojos;
del que  mira de frente y de reojos,
o tal vez  mira enamoradamente.
Pueden ser  las sucesos un aliciente,
tal vez,  señuelos de aquellos antojos;
mas tarde trascurriendo con congojos,
en la comedia que se represente.
Una vez que finaliza la función,
aplausos recoge el comediante;
y se retira cuando cae su telón,
en sus penas  se acoge delirante,
guareciendo su disfraz en el arcón;
volviendo a su vida irrelevante.
 
 






















